El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4 prioriza que todas las niñas y niños terminen los ciclos de primaria y secundaria, completando al menos 12 años de educación básica.
Anitha, Samya e Isa son algunos de los nombres de chicas que se enfrentan en su día a día al reto de una educación que no representa el ODS 4: inclusiva, equitativa y de calidad. Quieren pertenecer a ese 43% mundial (GEM Report, UNESCO, 2017) que completa la educación secundaria superior, y tienen sus expectativas en la educación superior.
Anitha quiere ser ingeniera. Pertenece a la población indígena chenchu muy vulnerable que vive en los bosques de Andhra Pradesh y Telangana de la recolección de alimentos y la caza, pero ahora los desastres climáticos y sociales les impulsan a emigrar. El acceso a servicios básicos es muy limitado, y entre ellos aparece la educación.
La Fundación Vicente Ferrer facilita a las jóvenes chenchus becas de secundaria y refuerza los institutos de secundaria de la zona para avanzar en el empoderamiento de todo el colectivo a través de la educación. Las chicas están especialmente arraigadas en sus comunidades y su territorio, y quieren invertir en sus familias cuando accedan al mundo laboral.
Ser mujer reduce sus posibilidades de conseguirlo. A pesar del incremento significativo en educación primaria y secundaria en paridad de género, los datos globales ocultan lo que está sucediendo en muchas partes del planeta. Las niñas pobres son las que se están quedando las últimas en el acceso a la educación, especialmente en secundaria.
De hecho, un contexto de pobreza y riesgo de exclusión no impide que consigas tus sueños, pero sí lo pone más difícil. Esto se extrae de las historias de Isa y Samya que acuden al proyecto CACE de la Asociación Citycentro de Vallecas.
Samya lo sabe bien. “Si ven que una persona es dejada en los estudios y no hace mucho caso, la apartan. Hacen que se siente al final y así no molesta a nadie. Pero deberían prestarle más atención a ese alumno que al resto, porque le cuesta más.” El proyecto CACE trabaja con estas chicas y chicos en situación de vulnerabilidad, atendiendo las necesidades emocionales, materiales y académicas, tanto de ellos como de sus familias.
Isa nos cuenta como ha logrado aprobar bachillerato por sí misma, con el apoyo del CACE. “Para mi estudiar no era nada, y se convirtió en algo importante para mí, algo que tenía que hacer para llegar a donde quería, a lo que estaba soñando”. La educación es irrenunciable para que nadie se quede atrás.